domingo, 22 de marzo de 2015

El verdadero pregón

Cuando llega este día se habla de si gustará más o menos el pregón o si el mejor fue el de uno o el de otro. Muchos son los que subidos a un atril han pregonado la más bella de nuestras fiestas. Para algunos, José María Rubio fue el mejor de todos, poniéndole nombre al corazón: Triana, pero no pudo superar el corazón que es el puente de Isabel II un Viernes Santo cuando pasa Dios agonizando o como palpita el corazón al escuchar "Triana de Esperanza" en la orilla más pura del río Betis. 

Dicen que Carlos Herrera o Caro Romero preguntándose como está más guapa la Macarena pusieron el teatro en pie. Nada comparable a como se puede sentir alguien que mira a los ojos de la Esperanza en su anual vuelta de 360º a la vera del Arco. Decía Sánchez Dalp que cuando el Gran Poder pasa no pasa, frase de incuestionable valor poético pero que no supera el ver su larga pisada en la oscuridad de la noche más hermosa, esa que cuando la luna de Parasceve se recoge junto al negro ruan,  se queda en la luz de las capas blancas y la alegría de quienes proclaman el más bello de los sentimientos: La Esperanza y facilitan lo único necesario en la vida: La Salud.

Incluso hay quienes nunca estuvieron un Domingo de Pasión en el atril pero dejaron sus versos para la eternidad. A Juan Sierra no le hizo falta ser pregonero para preguntarse lo que nos preguntamos todos cada Domingo de Ramos camino del Altozano: "¿Quién doró tu dolor, quién hizo humana esa pálida piel, esa tristeza?". Ni a Pascual González le dejarán dar nunca el pregón aunque cada vez que recita "Silencio" nos pregona un sentimiento de siglos. 

La mayoría coincide que el mejor pregón fue el dado por Don Antonio en el vetusto teatro San Fernando. ¿Quien puede negar la belleza poética de "Va por calle Sol y por calle Sol no cabe" o "Al compás de la cera llora"? Por no hablar de la frase que ella sola encierra un pregón "Como tú, ninguna". No pongo en duda su belleza pero nadie me puede discutir que el verdadero pregón está en una bambalina rozando en los balcones de la calle Francos, en un río de nazarenos blancos cruzando el parque de María Luisa, en la Plaza del Salvador cuando Montañés vuelve a ver la más bella de sus obras, en la Soledad de la noche cuando empezamos a ser consciente del final próximo, en la noche del Martes Santo cuando, entre naranjos, Jesús implora sus últimas palabras al Padre, en las callejuelas de arrabales como San Bernardo o San Julián cuando María llora desconsolada detrás de su hijo muerto en la cruz, en la alegría del barrio del Cerro en un día de Gloria, en el soniquete monótono de un muñidor que desde Bustos Tavera nos retrotrae varios siglos atrás, en las petaladas en Tiro de línea o San Pablo... pero sobre todo el verdadero pregón, el único que me vale, está en en la mirada más sincera cuando delante de nuestros ojos tenemos a nuestra devoción o en la ilusión del niño que pidiendo cera o caramelos empieza a sentir este cosquilleo sempiterno.

Hoy Lutgardo García dirá frases más o menos bellas, siendo sinceros me da igual lo que pase o se diga en el Maestranza, porque el verdadero pregón se empezará a dar con los primeros pasos del Diputado de Cruz de Guía de la hermandad de Padre Pio y se acabará con la última nota de la marcha "Amarguras" en Santa Marina, el pregonero no dirá "He dicho" y ni siquiera el capataz será quien finiquite con otros dos vocablos mágicos, será el pueblo quien ponga fin y diga "Ahí queó" mientras en su mente ya estará el próximo pregón de Amor, Fe y Devoción que cada primavera Sevilla ofrece al mundo.



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