sábado, 15 de junio de 2019

La guerra electoral

De nuevo, estamos viendo una campaña política en las elecciones de una hermandad. En este caso es San Bernardo la que está acaparando la mayor atracción mediática, por los comunicados de sus aspirantes a hermano mayor. Estamos ante una de las hermandades más importantes de la ciudad (en cuanto a número de hermanos se refiere) y de nuevo la imagen que se está dando del mundo cofrade no parece la adecuada. Aunque no es la única hermandad, en La Lanzada o Esperanza de Triana también hemos visto cosas de esas, que como mínimo, nos hacen fruncir el ceño. 

Personalmente, veo normal que una hermandad - y más siendo de esas dimensiones - tenga más de una candidatura. No estoy de acuerdo con quienes se escandalizan o no entiende que esto pase. Es normal que si las hermandades son cada vez más grande, aparezcan este tipo de circunstancias. De por sí esto no es malo, el problema viene cuando no se entiende como unas elecciones, sino como una guerra. Detrás de todos estos espectáculos públicos que vemos en algunas elecciones de hermandades, lo que se esconde son varios de los pecados capitales: avaricia, soberbia, ira...

En ese contexto, lo que también subyace es lo que por aquí hemos llamado en más de una ocasión los "paseavaras". Esos miembros de junta, que se echan un poco de gomina, se extienden las patillas, se ponen un traje de chaqueta y le ponen una vara en la mano. Ahí es cuando el "paseavara" se cree Batman en Gotham. Muchos de ellos son los que en el proceso electoral hacen el trabajo sucio. Critican a sus hermanos de la otra candidatura, incluso si pueden sacarle algún chisme, no dudan en hacerlo. Son los blasfemadores de barra de bar y de cuentas anónimas de twitter.

Me importa muy poco si un hermano mayor está pensando cambiar los capataces y costaleros. Me importa casi nada si quiere a una banda u otra, o un estilo u otro. Carece de total importancia si un candidato tiene un estado civil u otro. Lo que sí me importa - y mucho - es saber si va profesionalizar la gestión de la hermandad o qué planes de conservación de su patrimonio tiene. De eso es de lo que deberían hablar los candidatos, con educación y sabiendo que el de enfrente es un hermano, no un rival.

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