domingo, 2 de junio de 2019

El problema de Sevilla

El pasado fin de semana se celebraron en toda España las elecciones municipales, cuyos resultados  dictaminaron en Sevilla que Juan Espadas seguirá siendo el alcalde de la ciudad. En mi opinión, una mala noticia, ya que ha demostrado su incapacidad para crear un modelo de ciudad óptimo, algo que es urgente en Sevilla. La otra mala noticia ya la sabíamos antes de las elecciones, ninguno de los partidos que se presentaban, llevaba en su programa unas líneas marcadas de qué ciudad querían.

Sevilla lleva estancada desde los tiempos del franquismo. Adoptó el rol de ser un bastión del nacionalcatolicismo y sigue sin querer dejarlo. No hay presente, no se piensa en el futuro y se destruye constantemente el pasado. Por tanto, la ciudad dentro de poco será nada. Aquí el debate más serio que se ha tenido es si debe haber más o menos veladores en la calle. El evento que más llama la atención es un desfile de los tercios, como si siguiéramos en el siglo XVI. La oferta cultural es un concierto de un cantante mediático. Ni hacemos vías para el ciudadano, ni le organizamos eventos diferentes ni tenemos un red cultural montada. De heterotopía andamos mal. 

Está de moda hablar del turismo, se escandalizan algunos de la cantidad de despedidas de solteros/as que hay cada fin de semana. Sí, el turismo de las despedidas es de baja calidad, pero es lo que ofrece Sevilla por encerrarse en sí misma. Es alucinante, por ejemplo, que teniendo reclamos históricos tan potentes como el Alcázar o Itálica, se use con fuerza que han sido escenarios de Juego de Tronos. Si tu vendes un lugar histórico, vendrá turismo interesado en ese ámbito; si lo vendes como parte de Juego de Tronos, el turismo que vendrá será de ese ámbito. Es decir, un mismo lugar puede tener diferente tipos de turismo, en manos de las instituciones está cual prefieren. La pereza les hace ir a lo fácil, la opción de Juego de Tronos. 

Si de verdad Sevilla no quiere ser residuo de un turismo estiércol, debe primero tomarse en serio a sí misma. Debe abrirse a los demás y dejar de ser la ciudad cerrada que es. Tendría que crear una oferta cultural amplia, transgresora y plural. De momento, lo que está haciendo es cerrar teatros y destruir edificios singulares para convertirlo es apartamentos turísticos, un mal que está infectando a gran parte de las ciudades europeas. Nadie en las elecciones pasadas apostaba por un intento de cambio de mentalidad, que es la clave, todos apostaban por más de lo mismo y en todo caso por ver quien tenía la ocurrencia más ingeniosa. Llegamos a escuchar como promesa electoral la visita de un Papa. No tenemos remedio. 

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