domingo, 17 de junio de 2018

Carroñeros

Esta semana hemos conocido que en el próximo Pleno del Consejo de Cofradías y Hermandades, Joaquín Sainz de la Maza dejará de ser el presidente de la institución. Justo ahora que iban a cumplirse dos años de su mandato, ha renunciado por "causas de salud y personales". En lo referente a la salud no cabe más que desearle una pronta recuperación y en los asuntos personales me niego a entrar a valorar nada sobre ese tema. A los profesionales se les debe juzgar por su labor, no por su vida personal. Si nos damos una vuelta por algunos medios, redes sociales o sabemos como han actuado algunos miembros del Consejo, conoceremos quienes son los carroñeros. 

Centrándonos en lo profesional e institucional no podemos dejar pasar que el presidente dimisionario se va sin cumplir casi ninguno de los puntos que prometió solucionar. Entró muy fuerte y sale por la puerta de atrás. Deja intacta la obsoleta e insegura Carrera Oficial, sigue campando a sus anchas la mafia que trafica con las sillas, no se han publicado las cuentas del Consejo, ha mejorado algo la comunicación pero sigue siendo muy deficiente, no ha subido ninguna mujer al atril del Maestranza en estos años, continúan a la espera de respuesta cuatro hermandades que quieren ir la catedral... su única promesa cumplida es haber designado una imagen de Vísperas para el viacrucis del Consejo, algo que está bien pero que no deja de ser lo menos importante de todo lo que debía haber arreglado. 

Desde 1975 tenemos presidentes seglares en el Consejo, hasta este momento ocho han sido las personas que han ocupado el cargo, estando bajo el amparo de tres arzobispos: José María Bueno Monreal, Carlos Amigo Vallejo y Juan José Asenjo. Este último entró en 2009 y ha vivido dos elecciones en la institución (2012 y 2016), en ambos casos los presidentes, elegidos por los amigos del club privado, han sido presionados posteriormente por Palacio para su dimisión, hecho que no había ocurrido con ninguno de los seis anteriores. El mundo cofrade siempre ha sido fiel reflejo de la ciudad, un escenario de hipocresía y puñaladas por la espalda, pero ahora parece que desde el elemento más alto de la jerarquía no solo no se frenan, sino que hasta se promocionan los navajazos. Viéndolo desde ese punto de vista no es de extrañar que vayamos a peor. 

Mientras se centren los análisis en el estercolero de las banalidades personales, no se podrá poner solución a los problemas importantes que tiene la Semana Santa de Sevilla: Seguridad, financiación, itinerarios, nómina de hermandades... Tampoco ayuda la endogamia de la calle San Gregorio, cerrada herméticamente al exterior y siendo sus integrantes personas muy poco representativas del mundo cofrade. Son las mismas familias siempre, las mismas disputas, los mismos egos y las mismas hermandades poderosas, década tras década se han acostumbrado a vivir en la basura y es por ello que cada vez huelen peor. Eso sí, los necrófagos con vara o red social están encantados con esta situación y acuden ávidos a su comida. 






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