domingo, 22 de abril de 2018

Todo lo que un inmovilista no te explica (y II)

En la primera parte de este artículo vimos varios aspectos que afectan a la Semana Santa, especialmente centrados en el Martes Santo. Hoy vamos a seguir desarrollando la misma idea, ampliando los temas que los inmovilistas repiten más y demostrando como en todos los casos carecen de fuerza argumental. Seguiremos centrando el foco en el Consejo y su junta superior, principalmente por ser ellos los que abanderan la defensa del inmovilismo (caos, recuerden) y porque son los máximos responsables de la tropelía que se cometería, si no escuchan a los hermanos mayores del Martes Santo.

Advierte el presidente del Consejo que desde que se aprobó hacer la carrera oficial de Catedral a Campana, se anunció que era con carácter excepcional. Es cierto, pero la pregunta es ¿qué sentido tiene dar carácter excepcional a una prueba? Ningún sentido. El ensayo que se hizo no es una salida extraordinaria, sino que es la búsqueda de la solución a un problema. La jornada lleva décadas siendo un desaguisado, la hermandades estaban hartas de estar hartas, ahora dan con una mejora, que no rompe en nada la Semana Santa, queda demostrado que es mucho mejor que lo que había, y aún así hay quien piensa, no sé sabe muy el porqué, que debemos volver atrás. No hay explicación racional para ello, y una institución como el Consejo siempre debería estar regida desde la racionalidad y no por el interés o gusto particular de los que mandan. ¿Por qué se dice no querer una Semana Santa a la carta, si en la Semana Santa todo es a la carta? Se le intenta dar un carácter peyorativo a la expresión "a la carta", cuando en realidad en este contexto es sinónimo de mejor. Insisto en un cuestión importante que hablamos la semana pasada, cuando se dice que hay muchas soluciones antes que la inversión de la carrera oficial, es una consigna repetida de manera vacía. Lo importante no es la cantidad, sino la calidad de las mismas, y sobre todo, qué se digan cuales son esas soluciones, porque llevan ya varias Semana Santa en el poder y no parece que hayan aplicado esas pócimas mágicas. ¿Por qué? Muy fácil, porque son embustes, no existen esas opciones. Siguen practicando lo que llevan años haciendo: los juegos de trileros.

Cuando Joaquín Sainz de la Maza estaba en campaña electoral decía en sus entrevistas que había que fomentar los acuerdos de hermanos mayores. Incluso una vez que llegó al poder seguía manteniendo que el Consejo no podía interferir en las decisiones de las hermandades, que los cambios debían llegar por acuerdos unánimes de los hermanos mayores. El Martes Santo dio una lección a todos, sabiendo llegar no solo a un acuerdo unánime, sino a una solución que se acerca a la Semana Santa del siglo XXI. Si la junta superior impide este avance, pasarán a la historia como uno de los mandatos peores de la historia del Consejo, no solo son incapaces a la hora de encontrar soluciones - cosa que es tradición en la casa - , sino que ahora se le uniría echar para atrás el trabajo a quien sí ha encontrado esas soluciones.

No es baladí todo lo que ronda al Martes Santo. En realidad estamos decidiendo que Semana Santa queremos tener los cofrades las próximas décadas. Hay dos opciones, una la de seguir igual, haciendo pequeñas chapuzas que se venden como soluciones, caso de la Madrugá de este año o la que se comenta de abrir Campana por la calle Martín Villa. La opción inmovilista implica que los cofrades seguimos en riesgo, especialmente los que se encuentran en calle Sierpes, por ejemplo. Justifica los aforamientos y las calles vacías en unos puntos y aglomeradas en otros. Supone las entradas peligrosas a las cuatro de la madrugada y los eternos parones, que son el mayor atrayente para las peligrosas sillitas. Una mala planificación conlleva problemas, inconvenientes y riesgos latentes de seguridad. La otra opción es la de cambiar la mentalidad, entender que la innovación es el progreso. Comprender que la Semana Santa no se arregla ni en "combebencias" de hermandades ni entre papelones de pescado frito. La advertencia que hay que decirles a los inmovilistas es que ellos no defienden la tradición, que ésta siempre se defiende desde el progreso, porque lo contrario es la destrucción de la misma. 



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