domingo, 15 de abril de 2018

Todo lo que un inmovilista no te explica (I)

El pasado 27 de marzo Sevilla vivió una jornada de esas que seguramente se recordarán durante mucho tiempo. Las hermandades del Martes Santo realizaron el recorrido de la Carrera Oficial en el sentido inverso al habitual. Ninguna de las ocho hermandades considera que los recorridos anteriores fueran mejor, algunas sí avisan que hubo problemas, como es lógico, pero en todo caso son más fácil de solucionar que los que hubo en 2017 y años anteriores. Incluso esta misma semana los hermanos mayores tuvieron una comida con el delegado del día y mandaron un mensaje conjunto de satisfacción. Ese mensaje de unidad no fue casual, llegó pocas horas después que se supiera que Joaquín Sainz de la Maza había declarado de manera unilateral la decisión de no repetir en 2019 el Martes Santo de 2018. 

El menosprecio del presidente a la institución que preside es cada más decepcionante, preocupante y triste. Lo digo por varias razones, en primer lugar este anuncio lo hace en un acto organizado por una entidad privada y en un recinto ajeno al mundo cofrade. En mi opinión, lo razonable y el respeto a la institución sería anunciar un asunto de tanta envergadura en las dependencias del propio Consejo, en una rueda de prensa con todos los medios que quieran asistir y con la presencia, como mínimo, de su Junta Superior. En ese acto estaban, además del presidente del Consejo, algunos integrantes de ese grupo de sevillanos que tanto gustan de darse premios entre sí mismos para sentirse reconocidos por alguien (Joaquín Moeckel, Francisco Robles y Francisco Berjano), ninguno de ellos miembro ni del Consejo actual ni mucho menos de su Junta Superior. ¿Este anuncio estaba hablado con alguien del Consejo o ha sido una decisión personal del presidente? Decía Juan José Morillas - delegado del Martes Santo - que Joaquín Sainz de la Maza había expresado una opinión nada más. Su rotundidad no fue la de una opinión, sino la de una resolución en firme, lo cual aumenta la tesis de estar ante una acción unipersonal y dictatorial, algo peligroso que va contra los estatutos de su institución. Todos sabemos que la decisión final no la toma el presidente en ese acto entre amigotes, sino que tendrá que decidirse en el pleno que se convoque seguramente antes del verano, pero Sainz de la Maza ya ha marcado la línea tanto, que pone en un compromiso al que quiera salirse de ella. Se llama coacción a sus compañeros.

No esperar al pleno que tiene que decidir estos asuntos es también no respetar a la institución. Parece que hay prisas por descartar esta opción, la cual a día de hoy es la que mejor ha funcionado. Los argumentos de los contrarios a esta opción son cada vez más flojos y banales. Se sigue diciendo que se pierde el sentido de la estación de penitencia pero, como ya hemos demostrado en otros artículos, ese sentido está perdido por la existencia de la carrera oficial, no por hacer antes la Catedral o la Campana. Se comenta que este plan es malo porque se pierde brillantez en Campana, esto es un aspecto secundario, pero a la vez es falso, nada más que hay que ver el misterio de San Benito este año, por ejemplo. Otra premisa vacía de contenido es los que dicen que las hermandades con este mismo orden, pero con el sentido tradicional, también solucionarían sus problemas. Otra falsedad, que alguien diga con que orden hay menos cruces que ahora y la última hermandad pueda entrar sobre las 2,30 horas, añadiendo que no se creen flujos críticos de personas durante la jornada. No existe. Los propios hermanos mayores del Martes Santo son personas que tienden más al inmovilismo que a la innovación, pero la experiencia les ha demostrado que esta es la opción más sensata y la que soluciona gran parte del problema.

Quizás la frase más cínica que se repite es la de "las hermandades del Martes Santo han demostrado que si se quiere, se puede". El presidente Sainz de la Maza la repite una y otra vez, por ejemplo. Es obvio que el Martes Santo las hermandades querían demostrar que su idea era beneficiosa y pusieron empeño en ello, pero eso no quita que no siempre querer es poder. San Esteban, por ejemplo, por mucho que quiera, en la angosta Francos no puede ni andar ni expandir su cortejo, porque justo delante tiene a Los Javieres y detrás a Santa Cruz. La Candelaria, el Dulce Nombre, Santa Cruz... no querían tener grandes parones al llegar a Campana, pero era el pan suyo de cada año ¿qué van a hacer? Tampoco quería Dulce Nombre entrar a las cuatro de la madrugada, pero si su palio sale de la Catedral cerca de la una de la madrugada, ¿qué hace? ¿Se teletransportan o cogen el coche de Fernando Alonso para estar a una hora decente en la plaza de San Lorenzo? ¿Piensa alguien en su sano juicio que el colapso de este Domingo de Ramos fue provocado porque a las hermandades les gusta estar hasta 50 minutos a pie quieto? La Estrella estoy seguro que no quería ese parón que destrozó a su cuerpo de nazarenos y costaleros ¿Quieren San Roque, La Hiniesta y La Cena ir juntas creando un conflicto en la Cuesta del Rosario? ¿Quiere Los Panaderos organizarse en una capilla pequeñísima por la que están pasando por su puerta todo el día y toda la noche cofradías? ¿Quiere La Lanzada llevar delante a el Buen Fin? ¿Quiere la O ser la segunda parte del cortejo del Cachorro? ¿Es por gusto que la Esperanza de Triana llegue a Campana cuando la Macarena no ha pasado y queda por tanto por pasar la Hermandad del Calvario al completo? ¿Apetece a alguien tener una cofradía 30 minutos parada según horario oficial? (sin contar posibles retrasos) ¿Le gustaría a Los Negritos y La Carretería llegar y poder entrar en la Catedral o prefieren el parón que se llevan casi todos los años esperando que acaben los oficios? ¿Quiere El Silencio dar vueltas y vueltas hasta poder llegar a su sede? ¿Quiere El Museo entrar a las horas que entra o esperar lo que espera algunos Lunes Santo en la calle Alfonso XII? No quiere ninguna, está claro, y por mucho empeño que pongan tienen unas limitaciones físicas evidentes. Limitaciones que vienen provocadas porque los encargados de organizar la Semana Santa hacen año tras año una planificación de parvulito y cuando un grupo de ocho de personas les hace un planteamiento profesional, encima se molestan, les hiere el orgullo y se lo quieren echar para atrás. 

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