domingo, 11 de febrero de 2018

La barahúnda del Ayuntamiento

A medida que se acerca la Semana Santa vamos sabiendo los planes que el Ayuntamiento tiene para evitar que en la Madrugá de 2018 no se repita la pelea de calle Arfe que acabó originando disturbios graves en el año 2000, 2005, 2009, 2015 y 2017. Se da a conocer el uso de cámaras especiales de vigilancia, más vallado, megafonía en las calles, aplicaciones de móvil que llaman a la calma, GPS en cruces de guía y pasos por si hubiera que improvisar recorridos sobre la marcha y una de las que ya se habló en su momento y ahora ha vuelto a surgir con fuerza: el cierre de bares.

En primer lugar hay que decir que el Ayuntamiento está obligado a poner todos los medios que sean necesarios para aumentar la seguridad, hace bien en trabajar en ello, es su deber y una de sus funciones principales, pero lo que no pueden hacer es proclamar una versión oficial con un hecho puntual como causante de todo y después tomar medias para defenderse de algo estructural y organizado. La imagen que el ciudadano recibe es que va a ir a una guerra, hay un peligro que acecha y eso puede provocar que se quede en su casa. Obviamente quien decida no salir esa noche será la persona decente, la que disfruta la noche, la que vive en paz y quiere a las cofradías o al menos las respeta. El canalla, el sinvergüenza y el alborotador no se van a echar para atrás por desgracia. Esos saldrán y cuanto más caos huelan, más en su salsa se sentirán. Cuanta menos cofrades haya en las calles, peor nos irá.

Cerrar los bares es una mala medida porque es poner una excusa más para que el decente no salga a la calle. Todos sabemos que en Semana Santa suele haber peleas subidas de tono, que en ocasiones puntuales han llegado hasta las manos, casi nunca esas peleas se producen dentro de una bar, sino más bien en las bullas propias de esta semana. No suele ir a mayores, nadie sale corriendo por ello. La policía detuvo el año pasado a varias personas como responsables de alborotos en las calles, me juego un café - nunca mejor dicho - que ninguno de ellos estaba beodo por haber pisado un bar durante las horas previas. Tampoco la medida de cerrar los bares durante cinco horas evita que un grupo de personas compre su 'lote' y se lo beba en cualquier rincón de la ciudad, incluso en sus domicilios. ¿Por qué alguien no va poder tomarse un café en un bar, pero otro sí se va a poder tomar cuantas copas quiera en un balcón mientras pasa la cofradía? ¿Qué es más peligroso?

El alarmismo que se está creando desde el Ayuntamiento es peligroso por los mensajes que está lanzando y porque además siguen defendiendo una base que a muchos nos parece muy obvio que es falsa. Los cinco años de avalancha no son producto de disputas taberneras, eso lo sabemos la ciudadanía que las hemos sufrido y no hemos estado protegidos en palcos, balcones, oficinas del ayuntamiento o centros operativos del Cecop. A todo esto le tenemos que unir que hay un punto que se ha visto especialmente afectado todos los años, el entorno de Reyes Católicos-San Pablo, seguramente el más activo, y es ahí donde ni Ayuntamiento ni Consejo han querido solucionar el problemático y peligroso cruce de Esperanza de Triana y Gran Poder. Se han centrado mucho en el Calvario por Monsalves y si pasaba por la puerta de la iglesia del Silencio o a 15 metros de ella, pero han dejado intacto el gran punto rojo de la Madrugá, porque, claro, cuando las reuniones se hacen entre papelones de pescaito frito estos detalles pasan desapercibidos.

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