domingo, 19 de septiembre de 2021

Lux Hispalensis

Dicen que Sevilla es la ciudad de la luz. Afirmación que tiene poco debate, si sabemos las horas anuales de sol que hay en esta zona, pero yo pienso que es más bien la ciudad de las luces: La luz que refleja el Guadalquivir en una tarde de cucaña. La luz de los farolillos de la Feria. La luz de un candelabro cuando se prepara para la chicotá de entrada en el templo. La luz que penetra por la ramas de los eucaliptos del parque de María Luisa. La luz del césped del Benito Villamarín y del Sánchez Pizjuán. La luz del albero maestrante. La luz del ´mapping' en Navidad. La luz de la primavera. La luz del otoño. Todas las luces de Sevilla tienen un sentido. En todas hay algún recuerdo. 

San Juan de la Palma es uno de los grandes enclaves de la ciudad. Un lugar diferente al resto, con la idiosincrasia que tienen las grandes manzanas europeas. Montmartre, Trastevere, Mouraria... pueden empatar, pero nunca ganar. No tienen ni a La Palma de San Juan ni a la Virgen de la Amargura. Tampoco han visto la historia del barrio de la Feria ni son vecinos de los ángeles de Santa Ángela. Tienen otras peculiaridades, otras historias extraordinarias y otras leyendas increíbles, qué duda cabe, por eso digo, igualar sí, superar, no.

Hoy esa plaza será nexo de unión de múltiples tramos luminiscentes: los del cortejo de la Pastora, los del paso, los que reflecte la espadaña... y el de San Genaro. Todos conocemos esa bella circunstancia que ocurre cada equinoccio de otoño, cuando la Virgen de la Amargura es iluminada por el dios Helio. Tradición cristiana y mitología griega que no podían darse la mano en otro lugar que no fuera aquí. Mientras, la luz pastoreña avanzará buscando a la diosa Eos (Aurora), como si nos quisiera enseñar el alba de una nueva época. Todo ello en un distrito (en una ciudad, en realidad) que está inundado por la Esperanza. Nada es casualidad.

Atrás quedaron dieciocho meses de tinieblas y de luces opacas. Una noche muy larga en la que por momentos se veía el amanecer muy lejano. Del sueño de estar junto al Señor de la Salud de los Gitanos se pasó a la pesadilla. Como ocurre en las ensoñaciones, perseguíamos reflejos, pero nunca los atrapábamos. No eran reales. Eso ya es pasado, el despertador ha sonado y por delante nos queda una jornada de meses ilusionantes. Hoy en San Juan de la Palma todo será luz, pero lo que más brillará serán los ojos de los presentes. Pupilas emocionadas por lo que nos deparará este nuevo despertar. 

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