domingo, 3 de marzo de 2019

La guerra del Martes Santo (II)

En el artículo anterior vimos, grosso modo, como había sido la cronología de la guerra que el Consejo había planteado. Hoy vamos a profundizar en un apartado que pasa muy desapercibido en los análisis que se suelen escuchar y leer, a pesar de ser básico para entender de qué estamos hablando. La tergiversación de conceptos es peligrosa y según como se use puede manipularnos la visión real de los hechos. Me explico, tal y como se está relatando la historia podría parecer que esto es una disputa por ver que solución es mejor para un problema, pero realmente no es así. La realidad nos dice que el Martes Santo 2018 no tenía ningún problema de envergadura. Es decir, venimos de una jornada donde no existieron conflictos graves en la organización del día. Ninguno de los ocho diputados mayor de gobierno expusieron quejas relevantes en sus respectivos informes de la estación de penitencia, más bien al contrario, quedaron totalmente satisfechos con el trascurso del Martes Santo. Ahora han convertido la jornada en un día muy conflictivo, quizás el qué más de toda la semana. Normalmente hay que arreglar los problemas poniendo soluciones, pero en esta ocasión el Consejo ha pasado de la solución al problema. Eso sí que es hacer las cosas al revés y no el realizar la carrera oficial de catedral a Campana.


Otra falsificación en el relato de los hechos la estamos viendo con todo lo acontecido alrededor del periodista Carlos Navarro Antolín. Parte de su gremio le ha lanzado, en masa, mensajes de apoyo y dicen que está sufriendo un acoso. Nada más lejos de la realidad, expliquemos el fondo del asunto tal y como es realmente. El subdirector de Diario de Sevilla lleva un año insultando y humillando a las hermandades del Martes Santo y a todos los que defendemos - con argumentos- la opción catedral-Campana. Lo ha hecho en crónicas, artículos y noticias, empezando por su "Crónica del triunfo de la novelería" publicada el pasado Miércoles Santo, donde nos llamaba noveleros, sociedad light de pensamiento débil, hermandades usureras, personas cortas como para entender lo que es una estación de penitencia, consumistas (dicho como insulto por alguien que se declara liberal y capitalista queda hasta gracioso), bordilleros, gente tirada por el suelo, decía que lo único que le importaba a las hermandades era salir por salir... Ha mantenido esa línea vilipendiosa durante todo el año, pero en los últimos días ha incrementado el nivel de insultos e incluso el 21 de febrero puso un tuit donde llamaba mamarrachas a las hermandades y al trabajo que éstas habían hecho el año pasado. Algunos, en ese misma red social, no le contestaron, lo que hicieron fue ponerle un espejo y decirle que el mamarracho era él. Nadie dijo ningún insulto más elevado. Hubo quien simplemente le rebatió su idea y hubo quien le llamó exactamente lo mismo que él había llamado a otros ¿Qué clase de acoso es ese?


Hoy que estamos hablando de la importancia de definir bien el concepto, tenemos que ver que detrás de la guerra iniciada por el Consejo lo que está en juego es el modelo de Semana Santa. Desde la carcunda intentan ocultar su objetivo real detrás de la idea de tradición, pero en realidad su guerra es en pro de una Semana Santa hecha por y para los abonados de las sillas, especialmente de la Campana y palcos. En definitiva, una Semana Santa donde lo primordial sea el "pay per view" (pagar por ver). Enfrente de esa idea está la Semana Santa hecha por y para las hermandades, donde lo que prima es la seguridad, la eficiencia y la comodidad de los cortejos y del público en general. En ese juego, que para nada es nuevo, sí hay un matiz novedoso como es la traición de un presidente a los suyos. Alguien que debe velar por los intereses de las hermandades y que en esta ocasión ha usado las propias instancias cofrades para ir contra las hermandades. Es fácil pensar que esta guerra está envuelta por lo que José Hurtado tituló como "Cofradías y poderes", pero de eso ya hablaremos la semana que viene...

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