En el artículo anterior vimos, grosso
modo, como había sido la cronología de la guerra que el
Consejo había planteado. Hoy vamos a profundizar en un apartado
que pasa muy desapercibido en los análisis que se suelen
escuchar y leer, a pesar de ser básico para entender de qué
estamos hablando. La tergiversación de conceptos es peligrosa y
según como se use puede manipularnos la visión real de los
hechos. Me explico, tal y como se está relatando la historia
podría parecer que esto es una disputa por ver que solución es
mejor para un problema, pero realmente no es así. La realidad
nos dice que el Martes Santo 2018 no tenía ningún problema de
envergadura. Es decir, venimos de una jornada donde no
existieron conflictos graves en la organización del día. Ninguno
de los ocho diputados mayor de gobierno expusieron quejas
relevantes en sus respectivos informes de la estación de
penitencia, más bien al contrario, quedaron totalmente
satisfechos con el trascurso del Martes Santo. Ahora han
convertido la jornada en un día muy conflictivo, quizás el qué
más de toda la semana. Normalmente hay que arreglar los
problemas poniendo soluciones, pero en esta ocasión el Consejo
ha pasado de la solución al problema. Eso sí que es hacer las
cosas al revés y no el realizar la carrera oficial de catedral a
Campana.
Otra falsificación en el relato de los
hechos la estamos viendo con todo lo acontecido alrededor del
periodista Carlos Navarro Antolín. Parte de su gremio le ha
lanzado, en masa, mensajes de apoyo y dicen que está sufriendo
un acoso. Nada más lejos de la realidad, expliquemos el fondo
del asunto tal y como es realmente. El subdirector de Diario de
Sevilla lleva un año insultando y humillando a las hermandades
del Martes Santo y a todos los que defendemos - con argumentos-
la opción catedral-Campana. Lo ha hecho en crónicas, artículos y
noticias, empezando por su "Crónica del triunfo de la
novelería" publicada el pasado Miércoles
Santo, donde nos llamaba noveleros, sociedad light de
pensamiento débil, hermandades usureras, personas cortas como
para entender lo que es una estación de penitencia, consumistas
(dicho como insulto por alguien que se declara liberal y
capitalista queda hasta gracioso), bordilleros, gente tirada por
el suelo, decía que lo único que le importaba a las hermandades
era salir por salir... Ha mantenido esa línea vilipendiosa
durante todo el año, pero en los últimos días ha incrementado el
nivel de insultos e incluso el 21 de febrero puso un tuit donde
llamaba mamarrachas a las hermandades y al trabajo que éstas
habían hecho el año pasado. Algunos, en ese misma red social, no
le contestaron, lo que hicieron fue ponerle un espejo y decirle
que el mamarracho era él. Nadie dijo ningún insulto más elevado.
Hubo quien simplemente le rebatió su idea y hubo quien le llamó
exactamente lo mismo que él había llamado a otros ¿Qué clase de
acoso es ese?
Hoy que estamos hablando de la importancia
de definir bien el concepto, tenemos que ver que detrás de la
guerra iniciada por el Consejo lo que está en juego es el modelo
de Semana Santa. Desde la carcunda intentan ocultar su objetivo
real detrás de la idea de tradición, pero en realidad su guerra
es en pro de una Semana Santa hecha por y para los abonados de
las sillas, especialmente de la Campana y palcos. En definitiva,
una Semana Santa donde lo primordial sea el "pay per view"
(pagar por ver). Enfrente de esa idea está la Semana Santa hecha
por y para las hermandades, donde lo que prima es la seguridad,
la eficiencia y la comodidad de los cortejos y del público en
general. En ese juego, que para nada es nuevo, sí hay un matiz
novedoso como es la traición de un presidente a los suyos.
Alguien que debe velar por los intereses de las hermandades y
que en esta ocasión ha usado las propias instancias cofrades
para ir contra las hermandades. Es fácil pensar que esta guerra
está envuelta por lo que José Hurtado tituló como "Cofradías y
poderes", pero de eso ya hablaremos la semana que viene...
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