domingo, 21 de febrero de 2021

El niño que fuimos

El niño despierta y su primer pensamiento es "¡Domingo de Ramos!". Da un brinco desde la cama, abre la persiana y llega la gran noticia ¡Hace sol! Sin solución de continuidad corre hacía el salón y coge el incensario, las pastillas de carbón, las pinzas y el mechero. Cada vez que hace este gesto recuerda las palabras que sus padres le dijeron hace tiempo "Tienes que quemarlo de forma tranquila, alejado de  sillones, muebles o telas que puedan prender con una chispa. Cuando el carbón esté ardiente, deposítalo con suavidad en el incensario y échale el incienso por encima". Activado el sentido del olfato, el niño coge el casete que le trajeron los Reyes Magos hace sólo tres meses: el recién salido "Cuando la Semana Santa empieza..." de la Banda del Sol. Sentido del oído activado. Con el 'Ya huele a Semana Santa, como Rosario de la aurora llega la primavera...' de fondo se dirige a la cocina. ¡Allí están! Con ansia come las torrijas y pestiños que ha hecho su abuela. Con eso ya cumple con el sentido del gusto.

Vuelve al salón, su madre está preparando una túnica de ruan negro y un esparto. El niño la toca y la acaricia, sin darse cuenta está empezando a entender que la Semana Santa es conectar los cinco sentidos. La túnica no es para él, es para su hermano. Es consciente que algún día la podrá vestir, pero de momento es muy pequeño. En la radio no paran de recordar qué día es hoy y eso pone más nervioso al pequeño. Le han dicho que saldrán después de comer. Y así es. Bajan por don Fadrique, la Macarena, Parras... empieza a ver los primeros nazarenos y va identificándolos: "Mira, mamá, ese es de San Roque", "Ese de La Estrella", "Ese de La Amargura"... Llegan a Relator y ahí sí que empieza la Semana Santa de verdad. Los ciriales se ven a lo lejos. La tradición se cumple otro año, empezar la gran semana viendo a La Hiniesta. Ahí el crío rebosa felicidad y el corazón le palpita al ritmo que rufa el tambor.

La semana va avanzando. Llega el Martes Santo, día importante en su casa. Por la tarde va a ver San Benito, porque salen sus primos. El misterio de la Presentación al Pueblo llega al punto donde durante décadas había estado el puente de entrada al barrio, el cual ha sido derrumbado hace pocos meses. La banda de música se esfuerza y los costaleros acompañan en una coreografía perfecta. Y venga marcha, y otra marcha y otra. ¡Arriba el hijo de Dios! Su tía, mujer de toda la vida de la Calzá, llora emocionada. Él en ese momento no calibra el simbolismo de lo que está viendo, sólo lo entenderá años más tarde. Mira alrededor y ve que no es sólo su tía, sino que muchas personas están igual. Todo un barrio. Más tarde, a lo lejos ve el paso de una nueva hermandad de la Semana Santa: El Cerro. Él no sabe ni dónde está ese barrio, pero si tiene cofradía, ya le interesa. Llega uno de los momentos cumbres de su semana, la Hermandad de Santa Cruz, el cristo y la virgen que ve cada noche en su mesilla y en varios de los pósteres que tiene colgados en la pared de su habitación. No logra identificar a su hermano entre la larga fila de penitentes que bajan por la calle Joaquín Romero Murube, pero la madre sí que lo hace ¡Vaya si lo hace! A todas las madres les sobra hueco de los ojos del antifaz para identificar a sus hijos.Este año su hermano mayor, el de la familia, no el de la hermandad, le ha dicho que puede ir con él a ver las de Madrugá por primera vez en su vida. ¡Notición! Hasta ese momento sus recuerdos de esa jornada son los del Viernes Santo por la mañana. Las sonidos que dejan dos capataces, el del misterio, con la voz más rasgada; el del palio, un hombre canoso que no para de hablar. Y bullicio, mucho bullicio. No hay palabras para describir el primer encuentro con el Señor de Sevilla en la oscuridad de Gravina visto desde las pupilas de un pequeño. El año está siendo importantísimo en la ciudad. El Sábado Santo hay un Santo Entierro Grande, él no sabía qué era eso hasta este año. ¡Vaya acontecimiento! ¡Cuántos pasos a la vez! El Domingo de Resurrección ve el nuevo palio, el de la Virgen de la Aurora. Qué alegría, todos los años cuando llegaba el último día le daba pena que la cofradía sólo tuviera un paso. 

Esta Semana Santa es la que el chiquillo - hoy ya adulto - sigue teniendo en la cabeza. No son de un año concreto, sino la serie de recuerdos que más se han repetido o más impacto le han generado. Esas remembranzas serán eternas por ser vivencias que son capaces de llegar a nuestro interior más profundo. La Semana Santa es justamente eso, estimular cada uno de los cinco sentidos tocando las fibras más sensibles. Y eso, al modo que aquí nos educan desde chico, es con la cofradía en la calle. Es lo que más llena, lo que más atrae. En la Semana Santa, como el 5 de enero, lo que somos realmente cada año es los recuerdos primigenios. Durante esos siete días vivimos como vive la vida un niño, cada minuto es un acontecimiento único y extraordinario. No hay otro culto que se le acerque ni, por supuesto, eventos culturales que pretenden adoptar el papel de sucedáneos. Los estímulos que remueve ver una chicotá en la calle están lejísimos de lo que provocan 35 eventos cofrades de distinta índole. Ni aunque fueran 3500. Hay dos tipos de personas, los que se conforman con esa serie de actos culturales para saciar su sed de cofradías y los que dicen que sí hay Semana Santa, porque hay actos litúrgicos. Me van a permitir que, respetando la opinión de cada uno, salga en defensa del niño que todos fuimos y les diga a ambos que no, que este año tampoco vamos a tener Semana Santa ni nada que se le parezca.


jueves, 18 de febrero de 2021

Twitter: El conversor a mala personas

Nadie duda que desde la llegada de internet todos, menos los eremitas, estamos marcados por este hecho. Nuestro día a día tanto social, laboral y de ocio está ahí en gran parte. Dentro de la amplia oferta que nos ofrece internet, la estrella - desde hace algunos años - son las redes sociales, aunque visto el cariz que están tomando sería más idóneo llamarlas antisociales. Lo que podría ser una herramienta magnífica para poner en contacto a personas de todo el mundo, para divulgar contenido interesante o para debatir con personas con distintos puntos de vista, se está alejando cada vez más de eso y convirtiéndose en una panda de cuñados y ególatras que acuden a la red para hablar de su libro, exclusivamente. Ni quieren escucha ni le importa lo que los demás puedan aportar.

Un mal de hoy en día, en esta sociedad cada vez más polarizada, es que un porcentaje muy significativo de la población sólo busca reafirmarse en su verdad. Les da igual que ésta sea errónea o pueda tener matices. Este mal lo vemos fuera de las redes sociales, pero es en ellas donde más potencia alcanza, incluso de donde salen más reforzadas algunas teorías. Callar cuando hay un evidencia que va contra mi pensamiento y salir enfurecido y de manera machacona cuando hay algo que puede reafirma mi postura. Triste manera d actuar. Apena ver a familiares y amigos como incluso cambian su discurso dependiendo de si hablan en una reunión familiar o en Twitter. En este último caso suelen ser mucho más intolerantes. Especialmente esta red está creando personajes individualistas, analfabetos y radicales. Actualmente es un estercolero donde está lo peor de la sociedad. En su mayoría, son personas acomplejadas, en un buen número y con muy mala leche en otros, que sólo saben vender desastres y destilar odio, mucho odio. Sus fobias quedan bastante claras. Mi humilde consejo, alejaos siempre de las personas tóxicas, especialmente en vuestra vida real.

¿Por qué digo individualistas? Porque sólo piensan en ellos. Si se toma una medida, la evalúan según les vaya a ir a ellos, ni se les ocurre pensar en evaluarla según le vaya a ir a la sociedad en la que viven. Con la triste paradoja que sin sociedad ninguno estaríamos en este mundo ni 10 segundos. De hecho, ni vendríamos al mismo. El ser humano necesita de la sociedad y su bien será el de ésta. De nada sirve que tú estés muy bien y la sociedad que te rodea sea un horror, porque al final tú serás un horror igualmente. ¿Por que digo analfabetos? Porque nadie sabe de todo, es más, en el mejor de los casos sabemos sólo de un tema, en el que nos hayamos formado más específicamente o trabajemos. Sin embargo, llegas a Twitter y ves a personas sentando cátedra de absolutamente todos los temas, incluso de temas tan complejos como la Ciencia o la Medicina. Ejercen de catedráticos en materias de la que son unos perfectos indoctos. La mayoría no dan ni nombre ni ponen su cara, obviamente. Sólo están ahí por el ruido. Muchos de ellos no saben escribir ni leer en el lenguaje de la Ciencia, pero el problema es que tampoco quieren aprender o intentar comprenderlo. Es decir, se montan su historia mental de un asunto extremadamente complejo y están aterrados que alguien les pueda sacar de su error con datos objetivos. La persona más analfabeta no es la que no sabe leer ni escribir, es la que no quiere ni aprender a hacerlo. Si encima desprestigia o intenta ridiculizar al que sí sabe, entonces ya estamos hablando de otra cosa, de una mala persona.

Este ultimo año ha sido muy duro para todos, es algo fácil de entender. Nos han cambiado radicalmente un modo de vida instalado durante décadas. El individualista se cree que sólo ha cambiado el mundo para él, que a los demás nos gustan estas medidas restrictivas. Clama que quiere vivir como si fuera un grito en el desierto. Eso es lo que queremos todos, por eso hay que informarse y hacer el esfuerzo de enterarse de cómo es la mejor forma de vivir. Andando por ahí suelto un bicho invisible cuyo objetivo es matarnos, hay que tomar medidas. Esto se lo explicas a niños de 5 años y lo entiende perfectamente, asombra que adultos no lo entiendan... o no lo quieran entender. Cómo dice el magnífico anuncio de la Junta de Andalucía: "La realidad del Covid no sólo es molesta, es una verdad muy incómoda, pero es hora de mirarla de frente" para concluir con el mensaje "abre los ojos, cumple tu parte".

Siempre defendí que en Twitter había de todo. Gente canalla e individualista que lanza mensajes muy peligrosos y gente maravillosa que divulga y de la cual yo personalmente he aprendido en cada tuit que han escrito. Creía que si sabías elegir el timeline correcto, podías convertir Twitter en una herramienta maravillosa. Este último año esa teoría mía se ha ido al traste. Estaba equivocado o no he sabido elegir el timeline adecuado. Ahora el porcentaje de sociópatas es casi absoluto. Vengo observando como de un tiempo a esta parte estas cuentas que aportan están optando por irse, mientras de los odiadores profesionales, vendehúmos, fakes y divulgadores de bulos no se va ni uno. Es abrumador el número de personas que lo único que buscan es reafirmarse constantemente en su verdad, aunque sea de manera impostada o falaz. Recurren a bulos a sabiendas que son bulos, sólo para ratificar sus erróneos argumentos. Brutal. Me encanta el debate y si estoy convencido de algo, lo defiendo con vehemencia, lo reconozco, pero el debate debe partir de una premisa suprema: si la otra persona te demuestra que estás en lo equivocado, hay que saber asumirlo y rectificar. De nada sirve mantener una idea falsa o errónea a sabiendas de que lo es, sólo por el complejo de no querer cambiar el esquema mental o asumir la realidad. 

Muchos en su vida real están acostumbrados a rodearse sólo de gente con su mismo perfil ideológico, eso les ayuda a creer que el mundo es así, como ellos lo ven. Se sienten seguros en su tribu, es algo antropológico y sociológico. Pero el mundo es plural y errará quien no quiera verlo. En este año hemos observado como no son capaces de captar la excepcionalidad de lo que nos está ocurriendo y siguen su vereda, la que tenían antes de 2020, buscando respuestas en los mismos tics y prejuicios ideológicos. ¡Cómo si la ciencia entendiera de hoces y martillos, charranes o rosas rojas! No es así, ojalá fuera tan fácil. Por desgracia (o de manera maravillosa) la Ciencia y la Medicina son mundos mucho más laberínticos e imposible de simplificar en una única solución. Pero a los ignorantes les da igual, porque como decíamos antes, no saben leer ni escribir en el lenguaje científico, pero lo triste es que tampoco hacen el esfuerzo por intentar aprender o entender. Oyen hablar a los expertos y los menosprecian, simplemente porque lo que dicen no les sirve para reafirmarse en su verdad. Que en este caso concreto es su mentira o su error. Sólo escuchan al que les va a decir lo que ellos quieren escuchar.

Cuando está cayendo una granizada a nadie se le ocurre decir ¡Hay que vivir, saquemos la cofradía a la calle! Los problemas y las adversidades vienen cuando vienen y hay que afrontarlos como se tienen que afrontar. Nuestra rutina continuamente se ve rota por hechos que no esperamos, aunque no sean tan llamativos y evidentes como esta pandemia. Es tanta la adicción que algunos tienen a su rutina, que les da igual ponerse en peligro ellos, a los que tienen cerca o al resto de la sociedad. Continuamente buscan en las redes sociales reafirmarse en su vida rutinaria, aunque lo que hay detrás son tremendas frustraciones personales, por desgracia. O intereses de algún tipo, por eso lo de ocultar su verdadera identidad. 

Hace pocos días decidí cerrar mi cuenta personal de Twitter. Es duro ver como amigos y familiares muestran ahí una cara distinta a la que muestran en la vida real. La cuenta del blog la mantendré abierta, de momento. En ella sólo pongo tuits programados y contesto cuando me llega alguna mención, por lo que se puede decir que no entro en Twitter. Ojos que no ven... De personas que no conozco personalmente me da igual cómo sean o qué digan, más allá del daño que hacen con sus mensajes, pero de los que son amigos de verdad o familia duele ver esa conversión en malas personas, cuando en la realidad no lo son (o no lo eran). Cuando se les recrimina, te dicen "¡Bah! Twitter es eso. Decir barbaridades y ojana pura". Si Twitter es ser falso o lanzar mensajes diferentes a lo se piensa en realidad, conmigo que no cuenten, porque además a la larga ese intento de fingir un personaje en la vida virtual, les está afectando a su salud mental en la vida real.