domingo, 28 de octubre de 2018

Hic sunt dracones

En los mapas medievales y renacentistas era común que en las zonas inexploradas y desconocidas se representaran dragones, serpientes o diferentes clases de monstruos grotescos. En algunos casos se añadía la expresión latina Hic sunt dracones (Aquí hay dragones). Con esta medida lo que en realidad se estaba representando era el miedo a lo desconocido. Así era como el cartógrafo reflejaba que era en las fronteras de lo conocido donde únicamente estaba la vida apacible y posible.

Creo que el mundo cofrade está lleno de dragones - y no me refiero a los del manto o llamador de las Esperanzas -, donde los miedos impiden explorar nuevas soluciones y salirse de lo que hasta hoy ha sido un orden establecido. Así tenemos un Consejo que prefiere seguir esa posición cómoda de no mojarse en ningún asunto. Alarga los problemas durante décadas antes de tomar el toro por los cuernos y cambiar las cosas que debería cambiar.

El Ayuntamiento, sea del signo que sea, va siempre a lo suyo, ningún alcalde o concejal arriesga más allá de minar una avenida de cámaras de vídeos. No digo que esto esté mal o no deba hacerse, visto los acontecimientos de los últimos años, pero es obvio que se queda corto, el consistorio debe ser el máximo garante de los ciudadanos y no debería permitir, ni un año más, zonas claramente inseguras como la calle Sierpes, por ejemplo.

Las hermandades y sus juntas de gobierno son otros que viven sin querer explorar nuevas soluciones para sus respectivos días. Salvo la honrosa excepción de los ocho hermanos mayores del Martes Santo, que sí fueron valientes dando una solución adaptada a los tiempos, el resto de hermandades prefieren seguir soportando graves problemas de horarios, itinerarios, inseguridad... Ven dragones hasta en un banal cambio de orden del día. 

La cuarta pata que sustenta la Semana Santa es el propio cofrade. Una parte de ellos son conservadores, por propia definición no quieren evolución de ningún tipo. Otra parte sí clama que haya cambios, pero a la hora de la verdad, cuando estos llegan, se echan las manos a la cabeza y entran en estado medroso. Por ejemplo, son los que pedían cambios para solucionar el caos de la jornada, pero luego hablan de Santo Martes (de manera despectiva) o plan marciano. 

El resumen de todo esto es que los cuatros agentes que tienen que cartografiar la Semana Santa del siglo XXI tienen la mente llena de serpientes, ictiocentauro y otras grotescas figuras mitológicas. Es difícil avanzar con tanto miedo en la cabeza. Cuando la propias soluciones caigan por su propio peso, irán dándose cuenta que fuera de las fronteras mentales de cada uno, no solo existen mundos igual de habitables que los que tenemos ahora, sino que en la mayoría de los casos son incluso mejor. La evolución y el saber adaptarse a los tiempos es lo único que garantiza la tradición.

domingo, 21 de octubre de 2018

Los guardianes de la sevillanía

Existe un sempiterno debate que sobrevuela la ciudad, lleva siglos en Sevilla, aunque ahora los neorancios crean que han descubierto un fenómeno nuevo. Repiten lo que sus antepasados carcas (siempre los hubo y los habrá, es obvio) dijeron antaño. El carca, anacrónico, rancio o neorancio, que las cuatro palabras las podemos usar como sinónimos en este caso, definen a un personaje tradicional de Sevilla, es que nunca entenderá que el mundo cofrade no es puramente un evento religioso, sino que es religiosidad popular.

El ABC, diario reaccionario por excelencia, periódicamente saca artículos de opinión y noticias que van encaminados a sesgar y demonizar esa religiosidad popular, que es esencia misma de la Semana Santa de Andalucía. Se ha puesto de moda en nuestros días el término "cantillanizar", siempre usado de modo despectivo y asumiendo erróneamente que las formas en que ese municipio honra a sus dos grandes devociones, la Pastora y la Asunción, han sido importadas en Sevilla capital. Es tan sonrojante tener que explicar a alguien que es sevillano, cofrade y se le supone un mínimo de cultura, que eso es mentira, que nos lo vamos a ahorrar.

Toda la sociedad avanza, menos el carca, ese siempre está anclado y con sus lamentos infructuosos. El rancio usa hoy en día en sus artículos o tuits el término "cantillanizar", como en 1604 Niño Guevara hablaba de "vanidades y vicios", más tarde en "La hoja del lunes" se hablaba de "desmadres" o el canónigo Juan Ordóñez criticaba una "sociedad pagana presidida por un crucifijo". El trasfondo es siempre el mismo, hoy se visten de tuiteros o articulistas los mismos que antes se vistieron de Niño Guevara, cardenal Segura, Juan Ordóñez o Antonio Burgos. 

Es normal que las procesiones de Gloria de Cantillana unan adornos, banderolas y un carácter festivo de la procesión. Lo que vimos en el Rosario extraordinario de la Esperanza de Triana no difiere mucho de lo que en Sevilla se viene haciendo durante siglos cuando el tiempo es de Glorias y no penitencial. A todos nos puede parecer que a lo mejor alguien puntualmente hace una escenificación melodramática de su sentimiento, pero también es verdad que el tema de los sentimientos es muy complejo y jamás podremos saber con certeza quien lo hace porque le sale del alma y quien por pura escenificación. Ante esta duda, es ridículo querer imponer nuestra manera de entender la fiesta a los demás. No sólo es ridículo, sino que además es imposible, porque cada uno vivimos la Semana Santa como mejor la entendemos y obviamente creo que somos muchos los que estamos lejos de vivirla como la viven los autoproclamados "guardianes de la sevillanía".  

domingo, 14 de octubre de 2018

El afán lucrativo del Consejo

Si analizamos la información cofrade, veremos que el noventa por ciento de los grandes problemas tienen como origen la existencia de la carrera oficial. ¿Por qué no quitarla entonces?, seguramente la respuesta a esta pregunta es porque Sevilla no es una ciudad donde impere la sensatez, y en este caso, encima, prevalece la voracidad recaudatoria de hermandades y Consejo. Por eso soy consciente que jamás se va a eliminar la carrera oficial y a lo máximo que hay que aspirar es a buscar el recorrido menos malo.

El problema se agrava cuando a la insensatez y la voracidad recaudatoria se le une el egoísmo. Ahí es donde tenemos un bomba de relojería que ya ha estallado varias veces en los últimos 50 años y que volverá a hacerlo de nuevo, quizás la próxima vez con consecuencias más graves. Es desolador ver como pasan los años y siguen las peleas vacías de contenido. Los hermanos mayores y los miembros del Consejo se van sucediendo, pero como en realidad son un club privado de personas sin capacidad para solucionar problemas y con una misma idea, los problemas seguirán por los siglos de los siglos. Da igual las personas que ocupen los cargos, el asunto es que ninguno está cualificado.

En ese entorno de poca cordura es normal que los lunáticos se acerquen y vean razonable propuestas por el Paseo Colón o por la Avenida de la Palmera, ya puestos. El problema es que quieren más y más dinero y su espíritu cada vez se asemeja más al del señor Scrooge. Viven apartados de la realidad, sólo miran por sus intereses sociales, políticos y económicos. Obviamente les da igual la ciudad - y especialmente sus hermandades - por eso constantemente juegan con la imagen de la misma. Usan la Semana Santa para su codicia.

Si fueran honestos los miembros del club privado llamado Consejo de Hermandades y Cofradías, dirían la verdad, explicarían que buscan conseguir mayores ingresos y que la seguridad les da igual. Si esto último les importara, ya haría mucho tiempo que Sierpes no sería parte del recorrido oficial, por ejemplo. Buscan espacios anchos no para tener más vías de evacuación, sino para meter más sillas. La paradoja es que si llenas el Paseo Colón de sillas - aparte de ser inviable por ser artería principal de la ciudad -, estarás convirtiendo esa avenida en un sitio igual de inseguro. Esperemos que el Consejo alguna vez abra sus puertas a los cofrades cabales y con otras visiones de la Semana Santa, porque de momento las personas que allí están y han estado demuestran cada día ser unos incapaces a la hora de solucionar problemas serios. 

domingo, 7 de octubre de 2018

Nuestra Señora del Rosario de San Jerónimo (6 de octubre de 2018)











Virgen del Pilar de San Pablo (6 de octubre de 2018)








La cultura en blanco

El pasado viernes se celebró la ya tradicional, por estas fechas, "Noche en blanco", la cual consiste en una serie de actividades culturales y apertura de la mayoría de edificios y monumentos turísticos. La lista de eventos crece cada año. Es un producto de marketing perfecto, pero deja detrás un trasfondo triste, Sevilla está muy lejos de ser una de las grandes ciudades de España en cuanto a cultura se refiere. 

Como digo, lo del viernes no es más que un producto de marketing, promocionado muy bien por instituciones y medios de la ciudad. Sirve principalmente para que muchos de los sitios que el viernes tuvieron unas colas larguísimas, el resto del año no sean visitados por casi ningún sevillano. De hecho, muchos ciudadanos creen incluso que los monumentos solo abren ese día. La mercadotecnia de la cultura efímera ha funcionado. Dos o tres selfis para las redes sociales, al día siguiente toda la prensa local hablando de éxito y hasta el año que viene. 

Deberíamos tener la capacidad de crear una red cultural durante los 365 días del año. Una verdadera industria de la cultura. Tiene todo para poder ser puntera en este ámbito, pero le falta lo más importante, una verdadera mentalidad de cultura. Si en Sevilla dices que vas a poner un bar, todos te dirán: "haces bien, eso es un negocio seguro"; si le comentas que vas a poner una galería de arte o un teatro, te mirarán raro y te dirán: "ojalá tengas suerte, pero no lo veo claro". 

Muchas veces no se trata ni siquiera de abrir nuevos espacios, lo más triste es que, por ejemplo, los mejores museos históricos-artísticos de la ciudad son sus iglesias y conventos. Sevilla los tiene cerrados la mayor parte del tiempo. ¿Para qué sirve una iglesia cerrada? Ni la instituciones públicas quieren tejer esa red ni el ciudadano cree en ella, no le interesa a nadie, la pereza vuelve a ganar, mucho mejor el postureo de una noche y el resto del año pasarlo en el bar.