domingo, 25 de abril de 2021

¿Defiende el Consejo a nuestras cofradías?

Hace algunas semanas Isidoro Moreno desarrollaba en una conferencia las encrucijadas que la Semana Santa había tenido desde su conformación. Él define las encrucijadas como especies de rotondas, donde una vez se llegue a ellas hay varias salidas posibles. En su opinión, podemos estar iniciando la cuarta encrucijada de la Semana Santa, que viene marcada por el fuerte control de la Iglesia y la falta de autonomía de las hermandades. Creo que nadie puede negar este punto. Actualmente, es la Iglesia la que pone trabas a cualquier culto externo, no el poder civil. Ahí tenemos el ejemplo de cómo las instituciones públicas permitían el acto que la Hermandad de la Esperanza de Triana quería hacer la pasada Cuaresma y fue Palacio quien cortó de raíz los deseos de la corporación. Las procesiones de Gloria ya no pueden salir ni de sus feligresías en sus procesiones anuales o cualquier hermandad tiene que pedir permiso al arzobispo para sobrepasar los límites de una calle que tiene a escasos metros de su sede. Incluso se llega a obligar la repetición de procesos electorales de una forma arbitraria. En la Hermandad de Jesús Despojado saben de qué hablo. 

En la bibliografía del papa Francisco podemos encontrar extensas referencias al mal que hace el clericalismo: "El clericalismo es, a mi juicio, el peor mal que puede tener hoy la Iglesia”, “El clericalismo es esencialmente hipócrita…el clericalismo es una verdadera perversión en la Iglesia, porque pretende que el pastor esté siempre delante, establece una ruta y castiga con la excomunión a quien se aleja de la grey. En síntesis: es justo lo opuesto a lo que hizo Jesús. El clericalismo condena, separa, frustra, desprecia al pueblo de Dios”. Y seguimos con referencias textuales del papa de Roma "Queridos hermanos, huyan del clericalismo, decir no a los abusos, sean de poder o de cualquier otro tipo, significa decir no con fuerza a todo tipo de clericalismo”. “El clericalismo hace mal, no deja crecer a la parroquia, no deja crecer a los laicos. El clericalismo confunde la figura del párroco, porque no se sabe si es un cura, un sacerdote o un patrón de empresa, ¿no?” o “El clericalismo designa una manera desviada de concebir el clero, una deferencia excesiva y una tendencia a conferirle superioridad moral”. Todo esto no lo dice ningún anticlerical, son las advertencias del propio papa de Roma, aunque estas frases nunca las veras en las cuentas oficiales de nuestras hermandades ni en las del Consejo. 

Si contestamos de manera sincera a la pregunta que da título a este artículo, nos daremos cuenta que los cofrades tenemos un problema. Se recuerda mucho a Chaves Nogales, cuando decía lo del gobernador y el cardenal, como enemigos natos de la Semana Santa. Eso era en 1935, pero durante el siglo XX y lo que llevamos de XXI se ha ido gestando otro enemigo, en mi opinión: el presidente, es decir, el Consejo de Cofradías y Hermandades. Entendiendo que las tres instituciones tienen características y objetivos distintos, sí hay que hacer una diferenciación importante: Palacio y Consejo son enemigos internos (por tanto más peligrosos) y entes endogámicos (por tanto más difícil, o fácil según se vea, de combatir). Son dos instituciones en las que el aire fresco no entra nunca, el problema no está en las personas que ejerzan el mando, el problema está en el funcionamiento de la propia institución. Da igual que se llame Francisco Vélez, Carlos Bourrellier, Adolfo Arenas... la endogamia hace que sus decisiones e ineptitudes sean siempre las mismas. Se trata de un club privado de amigos que se dan puñaladas traperas entre ellos y que se arrodillan ante el cardenal. Igualmente, da igual que se llame Asenjo, Amigo Vallejo, Ilundain, Saiz Meneses o Solís y Folch de Cardona, el problema siempre será la religiosidad popular (llamada piedad popular por ellos desde el Concilio Vaticano II) y entender a ésta como un enemigo o en el mejor de los casos como algo menor, algo a domesticar.

Especialmente sangrante es el caso del Consejo, donde a nadie extraña que la elección de su presidente se produzca exclusivamente entre sus amigos, aunque se autoproclaman representantes de todos los cofrades. Eso se llama oligarquía. En democracia estas instituciones tienen voto directo y se puede presentar quien desee. Nos basta con mirar la elección de hermanos mayores en las hermandades. Alguna vez ya lo he escrito por aquí, ¿Por qué no unas elecciones abiertas en el Consejo, donde se presente la persona que desee y tengamos derecho al voto tod@s l@s herman@s de Sevilla? Eso sí sería una verdadera revolución, convertir la oligarquía en democracia. Pero aquí no interesa exigir y luchar contra el poder establecido. Sevilla está llena de ciudadanos medrosos. Siempre ha sido así, por eso en este territorio las invasiones o los golpes de estado casi nunca han tenido resistencia. Aquí nos creemos muy valientes por poner un tuit contra la gestión de Asenjo, pero luego esos mismos se arrodillan y le besan el anillo. Aquí en público se dice un discurso, pero en privado otro. Así jamás progresaremos a la velocidad que podríamos hacerlo. 

El patrimonio de las hermandades ya no pertenece a ellas, les metió la mano en la cartera (como diría algún ex hermano mayor) el extrañamente blanqueado hoy en día Amigo Vallejo, cuando las famosas normas diocesanas de 1997. Luego esa labor la finalizó Asenjo. Mientras eso pasa tenemos a un Consejo que no defiende nuestra parcela, sino que actúa servilmente ante quien ostente el báculo.


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Soy el primero que ha criticado y critica las vallas y el control excesivo del CECOP en algunos asuntos (en otros asuntos es normal como actúa), pero me sorprende que muchos cofrades chillen ante este asunto menor y callen ante la injerencia mayor que tienen en estos momentos las cofradías. Es muy fácil ser rebelde ante el político de turno (sobre todo si no es tu cuerda), pero muy difícil enfrentarse al arzobispo. Es muy fácil ser beligerante en Twitter o en la barra de bar, pero lo difícil es dar el paso valiente hacia adelante para luchar legalmente por recuperar nuestro poder y autonomía. Sobre todo es llamativo que pase esto en una época donde la Iglesia baja cada días sus adeptos y decrece su poder en la sociedad, sin embargo, las hermandades de Andalucía suben continuamente el número de hermanos y afines. No es normal que hasta en esa situación las hermandades tengan que estar plenamente subordinadas al clericalismo. No se trata de crear un cisma, sino de actuar con autonomía, como ya hay muchos grupos en la Iglesia. Esta historia va de saber escoger la salida idónea en esta encrucijada. 

domingo, 18 de abril de 2021

La revolución será con pasos o no será

¿Qué pasará en 2022? Es la pregunta del millón entre los cofrades. La opinión publicada se ha vuelto completamente loca divulgando una ristra de ocurrencias impropias de personas que se les supone formadas en la comunicación. Ni informan, ni forman ni entretienen. Que si sacar las imágenes en andas, que si aforamiento masivo de calles, que si avenidas anchas, que si ir sin bandas ni nazarenos... Quieren inventar algo nuevo, porque se haga lo que se haga, si no hay un pasos en la calle y gente viéndolo, no lo podemos llamar Semana Santa, bajo ningún concepto. Cuando la normalidad sanitaria vuelva a nuestras vidas, la Semana Santa - sea en 2022, 2023 o 2024 - tendrá pasos, nazarenos, bandas, costaleros, 'izquierdazos' y petalás. Punto. La celebración de esta fiesta es algo plenamente arraigado en nuestra tierra. Harían falta generaciones enteras sin procesiones para que ocurriera lo que algunos llaman desacostumbrarse. Es de primero de cofradías saber que dos, tres o cinco años es un periodo ínfimo en la vida de las hermandades y de los cofrades. Se han superado otras adversidades mucho peores y más duraderas, aunque ahora los melodramáticos crean que el mundo se ha acabado. 

Por otro lado están los que dicen que en 2022 tiene que haber Semana Santa "como sea". Pues mira, no, como sea no. Si su celebración supusiera riesgo para la salud de la población, obviamente no habrá Semana Santa ni Feria, ni Carnavales, ni estadios de fútbol llenos, ni grandes conciertos, ni festivales de música, ni Sanfermines, ni Fallas, ni Oktoberfest de Munich ni tantos y tantos eventos que la lógica sanitaria ha mandado parar durante este tiempo. Por cierto, que en todas estas fiestas no hay ni costaleros ni agrupaciones musicales y bandas tocando "Al Compás de la Laguna" o "Alegoría de la Fe" y están igualmente paralizadas, prueba evidente de dos cosas: ni somos los únicos a los que no se les permite celebrar sus fiestas ni el problema está en los costaleros y las bandas. El contratiempo en pandemia siempre es el público y las masas de personas incontrolables y en movimiento. Cuando éstas no supongan un riesgo sanitario, se volverá a la normalidad en todos los ámbitos de nuestra vida, que nadie tenga ni la más mínima duda en este asunto. 

Una vez dejemos atrás al maldito bicho, lo único no negociable son los pasos en la calle, el público y los cortejos. Es verdad que no hace falta ser Nostradamus para vaticinar que el mundo de 2022 no será igual que el de 2019; como el de 2019 no era igual que el de 1999 o el de 1999 era diferente al de 1979. Aunque algunos quieran una sociedad inmóvil e incluso luchen por ello desde la ideología, continuamente fracasan en sus objetivos, porque la vida es cambio y progreso, afortunadamente. La Semana Santa, que siempre es hija de su contexto y por eso se ha mantenido a lo largo de los siglos, no va a ser ajena a esos cambios. Tampoco va a coger a nadie por sorpresa, pues llevamos aproximadamente 60 años hablando que el sistema organizativo de la celebración está colapsado. Se ha ido dejando pasar año tras año hasta llegar a las situaciones esperpénticas que teníamos en 2019.

No sabemos cuándo, pero sí sabemos que llegará un Domingo de Ramos y habrá una cruz de guía que se ponga la primera en la calle. ¿Será en el Porvenir? ¿Pino Montano? ¿Ciudad Jardín? Ese es el tema que tenemos que ir viendo y por supuesto no poner en cuestión que todas las cruces de guía van a salir a la calle. Llegará otra Madrugá mágica a nuestras vidas, para entonces lo que hay que trabajar desde ya es que no haya parones de 45 minutos establecidos en el Cabildo de Toma de Horas. En Triana saben muy bien de qué estoy hablando. ¿Quién va a pasar antes por catedral: El Calvario o Los Gitanos? Ni idea, justo eso es lo que sí hay que debatir, sin tener ni la más mínima duda que los titulares van a pasar por la catedral en sus hermosos pasos y palios. 

No sabemos cuándo, pero sí sabemos que pronto tendremos otro Martes Santo. ¿Entrarán las cofradías por la Puerta del Nacimiento o por la de la Adoración de los Reyes? Quién sabe, eso es lo que hay que empezar a dejar cerrado ahora. Que nadie dude que sea en el sentido que sea el misterio de la Presentación al Pueblo lo hará haciendo cambios y la cuadrilla de costaleros perfectamente conjuntada con su banda. Tendremos unos próximos Lunes y Miércoles Santo, a lo mejor si encargamos un proyecto a los profesionales nos indican que algunas corporaciones de esas jornadas es conveniente que se intercambien. ¿Es eso lo importante? No, eso sería una cambio para mejorar todos. Lo importante y lo que va a pasar seguro es que nos vamos a embelesar viendo la bellísima Virgen de las Aguas en la Plaza del Museo al son que su extraordinaria banda le marque. 

No sabemos cuándo, pero sí sabemos que la próxima Semana Santa las cofradías irán a la catedral con todos sus avíos, mal que les pese algunos. Si antes de ello han tenido un recorrido oficial u otro, si lo tienen luego o incluso si no lo tienen es lo que deberían decidir técnicos expertos en la materia. Mientras no se toque los que aquí llamamos "la cofradía" (nazarenos, pasos, costaleros, bandas y público) lo demás tóquese todo lo que sea necesario para mejorar y evolucionar. A lo mejor la próxima vez que podamos tener Semana Santa ésta es revolucionaria, ¿Quién sabe? ¿Por qué no?  Quien quiera tragar con estafas temerarias como la de 2021 o como la que algunos plantean para el 2022, que trague. Quien quiera ser un sociópata y ponga los pasos por encima de la vida de los demás, que lo sea. Que sigan con la coletilla del "como sea", que si en 2022 no fuera viable por motivos sanitarios, es seguro que por mucho que repitan "como sea" pues será que no. Lo único que habrán conseguido serán frustraciones personales.

Mientras tanto, los que estamos en medio y lo único que pedimos es prudencia, trabajo y sensatez seguiremos haciéndolo, aunque a veces sea como predicar en el desierto. Demasiadas personas prefieren perder el tiempo en debates vanos e insustanciales, que no van a llegar a ningún sitio, antes que centrar el foco en lo que de verdad urge cambiar y además es factible hacerlo. Toda labor que se haga para tener lista la próxima Semana Santa nunca será tiempo perdido, porque sea en 2022, 2023 o 2024 verá la luz algún día y se recogerán los frutos. Ojalá sea en 2022, pero si eso fuera así, ya iríamos tardísimo, porque queda mucho por planificar y aquí estamos rascándonos la barriga y debatiendo si la Tierra es plana, que en lenguaje cofrade es si vamos a tener pasos o andas o si vamos a salir a la calle con una pandemia que tiene paralizado gran parte de los eventos del mundo. Seguro que sacaremos los pasos cuando no haya pandemia. Ahí ya sí volveremos a decir que hay Semana Santa, aunque el resto de cosas hubiesen cambiado. 

domingo, 11 de abril de 2021

La sociedad bebe (y II)

"Mira, lo que no me gusta en la vida es que para hablar de algo muy serio la opinión de un entrenador de fútbol sea importante. No lo entiendo. No es importante lo que digan las personas famosas. Hay que hablar de las cosas de la manera correcta y no las personas sin conocimiento, como yo, que hablan de algo que no saben. Son las personas con conocimiento las que deberían decirle a la gente que haga esto o lo otro y si esto está bien o no. No entrenadores de fútbol. No entiendo de política, del coronavirus … ¿Por qué me preguntas a mí? Yo solo me pongo una gorra de béisbol y llevo un mal afeitado". Esta fue la magistral respuesta que dio Jurgen Kloop, entrenador alemán del Liverpool, al ser preguntado sobre qué opinaba sobre el coronavirus y cómo se debería actuar. Ese vídeo de un minuto aproximadamente debería ponerse en todas las escuelas del país para que no sigamos educando 'cuñaos', aparte de ser de obligado visionado para abrirte una cuenta en una red social y si no te comprometes a seguir este evangelio, no deberías tener la oportunidad de conseguir ese enorme altavoz. Que cada uno sustituya la palabra entrenador de fútbol por la de picapleitos, ponedor de cafés, aprieta botón de cámara o la profesión que ejerza.

Llevamos un año muy jodido para todos, donde algunos hacen su negocio aprovechando que a muchos está afectando especialmente la covid. Negocio que en algunos casos se basa en conseguir algunas decenas de retuits, no creáis que mucho más. Hay a quien le da igual el daño que puedan hacer a otras personas, su único objetivo es ser la matraca de la Giralda en las redes sociales, Whatsapp o reuniones familiares, repitiendo cada cinco minutos bulos, ideas infundadas o simplemente sus prejuicios. Sin ningún conocimiento sobre el tema, sin ninguna capacidad analítica de la situación. Hace un año, cuando empezó esta mierda (llamemos a todo por su nombre), escuchábamos que el confinamiento duraría meses o años, eso decían los asustaviejas. Nos quieren controlar la vida, aseguraban. Mientras la realidad era que los palacios de deportes se llenaban de féretros y se nos iban familiares y amigos sin poder siquiera despedirlos, pero eso les daba igual. Cuando acabó el confinamiento empezaron a decir que otra vez después del verano estaríamos encerrados. Cuando esto no ocurrió, empezaron a decir que en octubre. Se acercaba el puente de la Inmaculada y dijeron que ahí sería cuando el gobierno malvado lo haría, inmediatamente después avisaron que en Navidades todos encerrados (fue justo lo contrario). Más tarde dijeron que en enero, luego que esperarían a después de las elecciones catalanas, posteriormente que en Semana Santa sí que sí, que el plan era joder a los católicos (ya veis que confinamiento el de Semana Santa con bares y templos al 300%). Ahora dicen que después de las elecciones de la Comunidad de Madrid... En fin, lo único que quieren es amargarse ellos y amargar a todos los que tienen a su alrededor. Mucho, mucho ruido, que diría el maestro Sabina. Bastante mal lo está pasando el personal como para encima meterle miedos que ni han ocurrido ni ocurrirán nunca. No inventéis más dramas, porque está claro que este gobierno, para bien o para mal, jamás va a volver al confinamiento total. Otros gobiernos sí lo están haciendo (Francia, Alemania, Italia...), aquí no. Todo es un desastre, según ellos, salvo, repito, las miles de muertes diarias, que de eso ni se ocupan ni les preocupa. La crisis económica será la peor de la historia, dicen "los economistas" que no sabrían diferenciar a Adam Smith de John Keynes. Venden siempre un futuro de terror, de control de las libertades y de una sociedad que muy probablemente no vamos a ver nunca, pero la angustia y el miedo que se queden en el cuerpo, esa es la idea. 

En realidad en todo ese discurso siempre está presente el victimismo. Por desgracia hay una parte muy importante de la sociedad que le encanta hacerse la victima, ser los más perseguidos del planeta. Esto es muy de niños también. Creen que su dolor es siempre el mayor y que lo suyo es lo único que genera sentimientos. Obviamente en una pandemia eso salta por los aires. A poco que tengamos dos ojos y dos dedos de frente, vemos que muchas personas en el mundo están igual. Sin embargo, aquí el cofrade se cree que sólo las cofradías es lo que está limitado, el aficionado al deporte cree que es sólo el deporte lo que está restringido, el mundo de la cultura que sólo las ferias del libro, el teatro, grandes conciertos o el cine es lo "perseguido" y el feriante que sólo él se ha quedado sin diversión. La realidad es que el mundo está parado en muchos sectores, pero todo volverá a su ser cuando se pueda. Todo. No perdamos ahora energía en ser unos llorones o en crear problemas inexistentes, toda esa energía la necesitamos para solucionar el problema real y salir cuanto antes: primero, porque eso supondrá menos muertes; segundo, porque supondrá volver a la normalidad. El que iba a festivales de música o grandes conciertos volverá a ir, el cofrade podrá volver a ver cofradías, el aficionado al deporte verá a su equipo en el estadio y el feriante tendrá una Feria de verdad, no una mamarrachada peligrosa en la plaza del Salvador. 

Ninguno sabemos a día de hoy qué nos vamos a encontrar en la primavera de 2022. Calmémonos todos. Tengamos paciencia, no mandemos el paso mudá cuando lo que atravesamos es la estrechez de Francos. Ni queramos vivir el abril de 2022 en el mayo de 2021. Vayamos día a día afrontando los problemas que tengamos en ese momento, sin inventarnos tragedias futuras que llegarán a producirse o no. En el anterior artículo hablamos de salud mental y esto de vivir angustiado cada día es sobre todo salud mental. Seguramente aquí sí podemos hacer mucho cada uno de nosotros (recordad que la responsabilidad individual existe, aunque se niegue). Siendo ciudadanos responsables y empáticos, la ansiedad de las personas que tenemos alrededor será menor; siendo catastrofistas, les llevaremos al Prozac, como por desgracia es cada vez más frecuente. La normalidad que todos añoramos llegará, que no lo dude nadie, pero cuando tenga que llegar. No forcemos ninguna situación que suponga una vuelta atrás trágica. Escuchemos lo que nos dicen las  personas que más saben del complejo problema que nos azota, aunque a veces no nos guste lo que dicen. Ningún adulto cuando le diagnostican un cáncer insulta o ignora las palabras que le dice el oncólogo, ¿por qué ahora se ridiculiza y no se quiere escuchar lo que advierten los médicos, epidemiólogos y virólogos? Porque somos una sociedad de bebés malcriados. 

domingo, 4 de abril de 2021

La sociedad bebé (I)

14 de octubre de 2011, de repente y sin explicación racional posible, el 2% de la población mundial desaparece. Se esfuma. Personas que estaban con su bebé en el coche y del pequeño sólo queda su sillita u otras que estaban desayunando con su familia y cuando vuelven de la cocina sólo quedan sus tostadas. Se trata del comienzo de una de las mejores series que ha hecho HBO, The Leftovers. Es ficción, obviamente, pero una década después veo que existen ciertas similitudes con la realidad. "La Ascensión", como se llama a ese hecho en la serie, hace que cada persona reaccione de una manera: unos hablan de conspiración, otros crean una secta (Guilty Remnants), otros intentan seguir actuando como si nada hubiera pasado, como si aquello no hubiera sucedido, otros dicen sanar con abrazos al haber obtenido poderes sobrenaturales y la Iglesia dice que los que se esfumaron eran pecadores.  

The Leftovers es un novela escrita por Tom Perrotta, quien junto a Damon Lindelof le dieron forma de serie televisiva, pero la pandemia que estamos sufriendo actualmente es un hecho real que no ha escrito ningún guionista. Sin embargo, al igual que ocurría en la serie, este shock emocional mundial ha hecho que cada uno reaccione de una manera. Algunos han optado por la infantilización de cerrar los ojos y no afrontar la realidad. Es mucho más fácil pensar como un niño, negando el problema, que afrontarlo como un adulto y darle las soluciones racionales para que el daño sea el menor posible. No se están esfumando ni se han ido todos a la vez, pero están desapareciendo para siempre millones de personas, otros tantos están sufriendo ahora mismo la angustia de no estar seguros de si volverán a ver a sus seres queridos y otros han superado ese trance, pero les quedarán secuelas crónicas de por vida, tantos físicas como mentales. Eso está pasando, aunque la panda de aniñados de 30, 40, 50 o 60 años no lo quieran ver, porque eso es lo fácil y desde la cuna les han educado en lo cómodo. Son incapaces de hacer esfuerzos por el prójimo.

En Andalucía hay una frase que se repite mucho: "El que no llora, no mama", con eso creamos una sociedad de llorones y egoístas que sólo miran por sus intereses. La culpa de lo malo siempre es de otro, en la búsqueda de los responsables de lo bueno sí que levantan la mano rápido. Muchos adjetivan con "individual" las palabras libertad o éxito, pero si les hablas de la responsabilidad individual se enfadan, patalean como al crío que le retiras los caramelos. Las consecuencias malas de sus actos las tienen siempre otros: los políticos que no son de su cuerda, la policía, los jóvenes, los extranjeros... Ellos nunca. Los bebés lloran para mamar, porque es la única manera que tienen de comunicarse, de expresar sus angustias y necesidades. Porque su mundo son ellos nada más, no tienen la concepción de sociedad todavía, obviamente. Pero los adultos se supone que sí la tenemos. El problema viene cuando se ha creado una sociedad sin valores. Sin moral más allá que la de los intereses propios. Se premia socialmente al individualista. Pancistas que no quieren conocer la verdad, porque prefieren escuchar la mentira que les reafirme en su error. Convierten las muertes humanas en números fríos. Despojan al ser del alma sin tener en cuenta las familias destrozadas que hay detrás. Las gráficas de la covid les sirven para festejar que "sólo" se han arruinado los sueños y el futuro de 300 personas en un día, porque no hace mucho eran mil. Pero es que cuando eran mil tampoco importaba. Tráigame otro gin-tonic, camarero. 

En ese egoísmo malvado se le da más valor a la copa de vino que a una vida humana. Hiela el corazón ver como se iguala el dolor por la ausencia de pasos en la calle con el dolor de perder a millones de personas que hace poco más de un año estaban perfectamente. Y que no haya pasos en la calle jode muchísimo, pero son situaciones que están en niveles muy diferentes. En el altar del cinismo se pone a la cerveza propia como Dios de la salud mental. ¿Sabrán qué salud mental les queda a unos padres y un novio que el 25 de diciembre ven que su hija/novia, una joven de 24 años perfectamente sana y alegre, se levanta con algo de fiebre y con el sentido del olor perdido, se van al hospital y ya nunca más la ven hasta que el 13 de febrero la tienen que enterrar? ¿Sabrán qué salud mental le queda a una persona con una discapacidad mental del 70%, cuyo únicos bastones en la vida eran sus padres y estos fallecen en el plazo de dos meses? ¿Sabrán qué salud mental le queda a hermanos que pierden a otro hermano y a una madre y ni siquiera pueden darse abrazos de consuelo entre ellos? No, sociópatas, vuestros aglomeraciones en templos y, sobre todo, bares o los pasos en la calle no son salud mental, son producto de cerebros enfermizos. Señal de tener un desprecio absoluto por la vida de los demás y de una altanería chabacana. Porque cuando les toque a ellos sí entenderán que las gráficas y números no son matemáticas y estadísticas, sino que son una tragedia verdadera, real y eterna. Jamás volverán a ver un paso con esa persona con la que siempre fueron. Jamás volverán a reír en un bar con esa persona que siempre les sacaba una sonrisa. Cuando los bebés abran los ojos, no tendrán a su lado a quien siempre tuvieron. Cuando se den cuenta de eso, ahí las lágrimas sí serán dolorosas y no para mamar. Incluso habrá algunos que ni por esas. Irán al tanatorio con lágrimas de cocodrilo y a la salida se irán al bar a pedirse otra pavía. Hay que vivir, claman los que matan a diario con su actitud. Y como decían Tip y Coll, la próxima semana hablaremos del gobierno... y de cofradías.