La
Semana Santa es una caricia de tu madre a su barriga cuando, estando
embarazada de ti, iba al culto de la hermandad. Es dormir en un carrito
con sones de cornetas de fondo. Pedir caramelos tímidamente a personas
extrañas que ocultan su rostro. Es ver como tu abuela da el último
repunte al traje de monaguillo. Sentirte afortunado en los brazos de tus
padres mientras ellos tienen la mirada que tú tendrás años después. Es
tu primera túnica, tu primera estación de penitencia, tu primer
sufrimiento con el capirote. Es escuchar con especial atención las
frases que abuelos, padres y tíos te dicen y empiezan con un "fíjate
en...", para así ir alimentando el virginal conocimiento. Es la alegría
pura de quien disfruta la fiesta sin prejuicios ni problemas. Es un
sábado por la noche similar al ya lejano 5 de enero, esperando que esta
vez el regalo sea un domingo de palmas y pequeñas túnicas blancas. Es la
cara de asombro al ver el espejo de "Alicia en el País de las
Maravillas" que, en forma de escaparate, muestra pasos y nazarenos
azucarados en la famosa confitería. Es un correteo por la rampa del
Salvador.
La
Semana Santa es avanzar en los tramos de la cofradía y de la vida.
Coger la mano de tu primera pareja para poder salir de la bulla, es el
cosquilleo en el estómago al ver su sonrisa de conformidad. Son mañanas
de barrio, tardes de gentío, noches de ensueño y madrugadas de
escalofrío. Es un boletín que llega por correo, como ya casi nada llega.
Es la luz postrera que muere en la perilla del varal mientras la cera
de la candelería empieza la instilación lacrimógena. Es un 'Sí, quiero'
delante de tus titulares, un embarazo de ilusión e ir a la casa
hermandad con tu descendencia, siguiendo así el legado. Es huir de las
aglomeraciones y colocarte con el carro detrás. Es un dolor de pies el
Domingo de Ramos y una añoranza de ese dolor el Domingo de Resurrección.
Es esa conversación mientras pasan y pasan nazarenos, una cerveza con
el antiguo compañero de colegio que hacía tiempo no veías o la pelea con
tu hijo que no entiende porque hay que irse temprano a casa, ¡si
todavía hay cofradías en la calle!. Es un bordado de Juan Manuel o la
mágica teatralidad de Castillo. Es el arrebol como fondo de un palio que
cruza el puente. Es el petricor que desalienta mientras vas camino de
la iglesia vestido de nazareno.
La
Semana Santa es la anécdota que has oído mil veces, pero sigue
poniéndote el vello de punta. Es seleccionar más lo que se ve, el no
poder ir a todas, el tener que sentarte entre paso y paso porque las
piernas empiezan a flaquear. Es un día de lluvia con llanto de los más
pequeños y la mesura de los mayores. Es un momento en medio de la masa,
pero en realidad solo estáis Dios y tú. Es un rostro gubiado por
Astorga. Es unos nietos corriendo vestidos de monaguillos y llevándote a
tu infancia. Es una mano agarrada a la manigueta y una mirada cansada.
Es estar en el salón de tu casa viendo los pasos por la televisión y
rememorar cuando años atrás estabas en esa misma "revirá". Es empezar a
entender la ataraxia de Juan de Mesa o la dulzura montañesina. Son los
misterios de Pedro y Luisa, de los Roldán de casta.
La
Semana Santa es un semblante cautivador en el Tiro de Línea y una mano
que tiende el Lignum Crucis a Triana. Es un barrio de la Feria orante y
en silencio. Es la sombra alargada de Nicodemo y José de Arimatea en
Almirantazgo. Es Misericordias entre naranjos de ruan. Es el candor del
Parque de María Luisa en la jornada que todo lo empieza. Es un verde
Esperanza que cruza ríos y alamedas. Es una lanza que para el corazón en
la estrechez de la calle. Es Ciseri en la "Calzá". Es puñalada
expirante en el Zurraque. Es tocar la puerta de San Lorenzo en un
enlutado sábado. Es una plaza a oscuras iluminada con cuatro hachones y
un crucificado castellano. Es los que desde la periferia traen el fervor
del siglo XXI al corazón de la Sevilla fernandina. Es la Sevilla real
en vísperas. Es la Madre y Maestra. Es una 'chicotá' eterna en la Cuesta
del Rosario y un paso alargado en San Andrés. Es la zancada del Señor
que criogeniza las almas. Es una Aurora de Resurrección. La Semana Santa
es un ciclo, tu ciclo. Es sollozos de recuerdo de los estuvieron al
principio del camino y ahora ya no están. Es el incienso que ha
perfumado tu vida sin que prácticamente te hayas dado cuenta. Es la
sinfonía que ha marcado tu existencia al ritmo del swing de Silvio. Es
el rezo, el aliento, el desahogo, el escuchar y el ser escuchado. Es esa
vetusta túnica que amortajará tu cuerpo cuando asciendas a la gloria
del mejor techo de palio jamás bordado, ese al que llamen por su nombre
propio: Azul Sevilla. La Semana Santa es la vida, tu vida.
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