domingo, 26 de febrero de 2017

Cuando Sevilla se viste de hebrea

Cuando Sevilla se viste de hebrea es señal que ya llegaron los 40 días que anteceden a la semana de nuestras vidas. Jornadas donde la luz irá ganando terreno a la oscuridad, veremos atardeceres rojizos y cambio floral en los árboles. El más potente de los antidepresivos, la aparición del azahar, se manifestará por nuestras calles y plazas. El abrigo irá dando paso a la rebeca y las tardes de cervecita se alargarán cada vez más. Llega el periodo de mirar como cambian cada día los modelos meteorológicos, sin entender, o sin querer entender, que eso no es información, sino una mera probabilidad que no tiene ningún valor.

Cuando Sevilla se viste de hebrea Dios sale a las calles para que los feligreses recen catorce estaciones. Desde el Miércoles de Ceniza en la Trinidad hasta el Viernes de Dolores en el lejano Nervión se rogará a cristo, ya sea muerto en la cruz en San Bernardo, clamando la primera de sus palabras en Santa Cruz, Cautivo en San Ildefonso o yacente en la calle Alfonso XII. Días de Quinario, Triduo y de sentir el frío de la madera en los labios. De la sala sale la plata, hay que limpiarla, de los almacenes parten las parihuelas, hay que mudarlas y de las cererías vienen los cirios, hay que colocarlos. En Triana traslados para cultos, en San Román traslados con miradas nostálgicas a Santa Catalina. La ciudad se prepara para el escalofrío que produce celebrar la liturgia al modo católico apostólico sevillano.

Cuando Sevilla se viste de hebrea el sevillano aligera sus tramites, tardes de cola para sacar la papeleta de sitio, de calle Alcaicería para hacerse de nuevo el capirote. ¿De rejilla o clásico? volverá a ser el dilema. Fechas de retocar esa túnica que este año será estrenada o de planchar la que lleva décadas procesionando por la ciudad. Momento de comprar las estampitas, que serán repartidas en la estación de penitencia y de hacer acopio de caramelos para el monaguillo que empieza a ser bendecido por este veneno. El pueblo sube sus imágenes a los pasos, todo parece llegar ya. Temblores de gozo al ver una "rampla" en el Salvador, unos palcos en San Francisco o unas señales con el indicativo de "Paso de cofradías". 

Cuando Sevilla se viste de hebrea suena a certamen de bandas en patio de hermandad, a escolanías acompañando viacrucis, a cornetas y tambores que ponen sones a asociaciones, que sueñan poder realizar algún día su salida recibiendo el mismo respeto que recibe cualquier cofradía en Sevilla. Suena a "Amarguras" y a ripio en el Maestranza, acompañado del aplauso que precede a la puñalada trapera en la barra del bar. La ciudad suena a gemido de emoción de quien recuerda como eran estos días cuando paseaba de la mano de ese ser querido que ya no está.  

Cuando Sevilla se viste de hebrea las fuentes de las casas se llenan de torrijas y los viernes son de bacalao y espinacas con garbanzos. La calle Córdoba hace su marzo. Todo empezará a acabar con el sacerdote recordando que "Memento homo, qui pulvis es et in pulverem reverteris", pavesa de un Domingo de Ramos pasado que no queda tan lejano. La fugacidad del tiempo se nos hará evidente cuando una voz infantil diga aquello de "A Dios por el Amor...", eso será muy pronto sí, pero no olvides disfrutar este momento de magia, lo otro ya llegará, pero la Cuaresma ya está aquí para volver a hacerte sentir la misma sensación que experimentabas cada noche de 5 de enero.


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