Hace unos día el Papa Francisco I sorprendió, una vez más, con una proposición que aunque algunos les parezca nueva viene tratándose en algunos sectores del catolicismo desde hace 18 siglos y que Pablo VI en la constitución emanada del Concilio Vaticano II (Sacrosanctum Concilium) ya dejó abierta totalmente esa posibilidad. Las tertulias del vermut de la 13.00 (el cofrade rancio rancio es más de vermut que de cerveza) en estos días han estado marcadas por si la Semana Santa es mejor con fecha fija o variable. La cuestión a primera vista parece que no tiene mayor importancia pero debido a la especial idiosincrasia del cofrade que basamos mucho de nuestro mundo en la tradición y a la economía de la ciudad que basa gran parte de su PIB en esa luna de paresceve hace que el debate no sea baladí.
Quizás el tema debería tratarse por todos los sectores que se ven afectados, pero claro, estos es imposible, si el Vaticano decide cambiar la fecha de la Semana Santa ni Ayuntamiento, Gobierno ni hosteleros,feriantes... tendrán nada que objetar. Basar el 85% de nuestro calendario festivo en las decisiones de la Iglesia es lo que tiene. No hay discusión posible y todo lo que hablemos será para nada. Prueba de ello es que los presidentes de los diferentes Consejos de Hermandades y alcaldes que han hablado sobre este tema han dicho lo mismo: lo que diga el Papa se hará. Como sabemos todos de la celebración de la Semana Santa dependen Cuaresma, Carnavales, Feria, Corpus o Rocío. Pero no sólo eso, también en el sistema educativo, por ejemplo, tiene repercusión esta decisión.
Llegados a este punto sí podríamos imaginar que es lo mejor para la ciudad o cuales serían las ventajas y desventajas de celebrar de una manera u otra la Pascua. Personalmente veo mejor una fecha fija porque haría mucho más homogéneo y coherente el calendario de vacaciones tanto laboralmente como académicamente. Algunos defensores de seguir haciendo las cosas tal y como están ahora, hablan del valor didáctico que tiene la fecha, en mi opinión esto no tiene mucho sentido ya que ese valor es el que se le otorga por convencionalismo y no el basado en hechos, por ejemplo, Jesús no nació el 25 de Diciembre pero nadie duda, hoy en día, del valor didáctico que tiene esa fecha.
Con la Semana Santa pasaría tres cuarto de lo mismo si se cambiara. El valor didáctico mayor que tiene es la propia celebración y no el cuando se celebra. Dicho todo esto creo que al final no habrá cambio si se justifica en esa supuesta unión de las diferentes ramas del cristianismo. Eso es casi imposible por la diversidad de intereses y la descentralización de mandos de otras religiones. Sinceramente no creo, por tanto, que esto llegue a buen puerto, por lo menos en nuestra generación y varias venideras. Eso sí, como último apunte decir una cosa, para los que somos más "jartibles" no estaría mal que si se cambia la fecha se permita a Sevilla seguir celebrando con la luna de Nissan la Semana Santa, al estilo de como se hace en el Corpus. Así tendríamos la posibilidad de ver otras Semana Santas :).
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